Cuando leemos por primera vez la obra literaria “El Principito”, nos quedará grabado en la memoria su conocida frase “Lo esencial es invisible a los ojos”. Como fotógrafos, jamás imaginamos cuántas veces nos haremos esta pregunta: ¿y cómo fotografiamos lo esencial?

Cuando empezamos a estudiar fotografía siempre iniciamos por conocer el funcionamiento técnico de la cámara. Es imposible hacerlo de otra manera. Las bases de la fotografía parten de la maestría con que manejemos el instrumento.

Posteriormente, si somos curiosos y aplicados, pasaremos a aprender sobre iluminación, y si queremos profesionalizarnos haremos con gusto unos niveles avanzados de revelado digital, retoque, expresión fotográfica, iluminación en estudio, etc.

Cuando vamos en este tránsito de la vida en imágenes, es casi seguro que encontraremos referentes de grandes autores como Avedon, Frank,  Leibovitz, Cartier Bresson, Ray, Koudelka, Capa, Adams, McCurry, Salgado, entre muchísimos otros.  También debemos mencionar que cuando somos partícipes de la cultura latina, buscaremos los referentes propios, entre los cuales destacan Larraín de Chile, Chambi del Perú, Álvarez Bravo de México, Coppola de Argentina, Matiz de Colombia, Boulton de Venezuela o Cravo Neto de Brasil, entre muchos otros.

No siempre a los fotógrafos les interesa el mundo de la teoría y el pensamiento filosófico acerca de la fotografía, pero si se da el caso, entonces se empezará un largo y a veces tortuoso camino por la lectura de Kant, Sontag, Derrida, Soulages, Fontcuberta, Barthes, Benjamin, etc.

Sin embargo, ninguno de estos recursos nos dará la respuesta. Ningún conocimiento del mundo físico o teórico nos llevará por un camino seguro a fotografiar lo realmente esencial.

¿Cómo podemos lograrlo?, ¿Cómo captar aquello que es invisible a los ojos?

No se me ocurre otra palabra que la de “entrega”. Dejemos fluir nuestra entrega total, que es un dejarse llevar, un dejar de importar nosotros como autores, para permitir que eso que tenemos en frente tome el control. El protagonista es lo que vemos y sentimos, dejemos que aquel espíritu o sensación que embarga el momento, sea exaltado con una fotografía.

Solo cuando el fotógrafo deja de ser el gran controlador, y permite que el azar, lo inesperado, lo anormal, o fuera de lo común aparezca, allí, es cuando se logrará el milagro de una imagen que traspase la historia particular del autor.

Entonces, lo esencial se hará visible a nuestros ojos y se cumplirá el fin último de la fotografía: conmover. Ir más allá de la realidad y alcanzar la metáfora, el meta mensaje, tan esperado por una humanidad que cada vez necesita más motivos para descubrirse, repensarse y rehacerse a través de esas imágenes. Que no son comunes, que no se logran todos los días, pero que están allí, dispuestas a ser atrapadas.

                        Vilena Figueira #laprofedefotografía