Ante la inmensidad del cosmos nos encontramos nosotros, vulnerables seres vivos del planeta Tierra, en donde hemos construido un sistema de seguridad y protección que creemos invencible, sumidos en la ilusión del dominio y el materialismo como única realidad. Sin embargo nuestra condición de seres mortales nos recuerda que somos una partícula de polvo suspendida en el Universo y nuestro tiempo de vida terrenal dura lo que seria un simple parpadeo para los Dioses. Al ser conscientes de la magnitud del espacio, tiempo, energía y materia en constante expansión,  nos acongojados de miedo y preferimos crear dispositivos que nos permitan perpetuar el momento fugaz dejando una evidencia tangible de su existencia. Aunque todo se encuentre en movimiento en un continuo proceso de transformación y transición ciclica dejando el pasado atrás, existe la necesidad humana de recordar para volver a pasar por el corazón y sentir nuevamente presente lo vivido.

El acto creador es transformar la energía en materia y viceversa, tal como se ha demostrado en la ley de la conservación de la energía que nos dice que la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

La naturaleza del Arte es esa trasformación constante nutrida por el anhelo de mantener el milagro de la vida a pesar de la irremediable muerte. Es por ello que hemos dirigido la mirada a la luz del sol, nuestra  primera fuente de energía, quien nos recuerda el ciclo del tiempo entre el día y la noche representado en la danza cósmica de la luz y la sombra, palpitando al ritmo de la fuerzas vitales del verbo hecho carne.

La fotografía como su nombre lo indica, captura una huella de luz en un espacio y tiempo determinado gracias a un dispositivo semejante al sistema óptico humano, (proyectando la imagen que vemos gracias a la luz del mundo exterior invertida sobre la retina que envía al cerebro información interpretada como imagen visual). Sin embargo esta acción mecánica no es suficiente para pensarnos la fotografía y su naturaleza reveladora. La palabra Dios deriva de la raíz protoindoeuropea deiwos o diewos, que quiere decir “brillo” o “resplandor”. Pensar en la luz sin relacionarlo con el concepto de Dios es negar su naturaleza. El tiempo mide la duración de todas las cosas que siempre están sujetas a distintos cambios, ordenando  los sucesos en secuencias. Durante la historia de la humanidad se han inventado diversos mecanismos para medir el tiempo,  la fotografía fue el primer dispositivo tecnológico apropiado para capturar y congelar el presente y materializarlo.

La fotografía es un ejemplo de esa voluntad y consciencia del ser humano por estar en el presente (del Latín praesens, prae que significa ante(s) y  esse que significa  ser/estar), por lo tanto es un estado de atención y enfoque  que  inmortaliza el instante único entre la luz y sus sombras transitando el tiempo y el espacio en un solo momentum.  Como seres humanos,  somos  conscientes de nosotros mismos,  actuamos creando y recreando  constantemente nuestra identidad y entorno;  según nuestros valores, deseos, creencias y visiones.  La fotografía es luz en interacción/movimiento en el espacio con un tiempo determinado y querer capturar la imagen que se manifiesta gracias a la luz y el tiempo es una señal evidente de nuestra negación a la muerte y su naturaleza indisolublemente ligada a la existencia. Por lo tanto, así como es presencia también es ausencia  al dejar en el olvido lo que tiene que morir para germinar lo nuevo, sin olvidar  que es solo por medio de  nuestra voluntad y constancia que llegaremos  a  reconstruirnos y así integrarnos  en unidad entre energía y materia.

La vida se encuentra en un fluir constante de transformación y su existencia es construida por múltiples escenarios variables e irrepetibles. Este devenir o proceso llamado también impermanencia (Anitya en el budismo) significa transitoriedad de todas las cosas. De acuerdo con este concepto, la vida humana manifiesta este flujo en el ciclo de nacimiento y renacimiento, envejecimiento y muerte; idea que choca fuertemente con nuestra codificación social y económica.

Los seres humanos tendemos a creer que todo lo que poseemos y somos lo conservamos estable y perenne, hasta que deja de serlo. Y es ahí cuando entendemos que la muerte también podemos evidenciarla cada día y dicha transformación no necesariamente significa que aquello que se modifica de momento a momento deje de existir.

Natalia Cajiao